sábado, 13 de octubre de 2007

Carta desde el infierno

Te escribo hoy desde el mismísimo infierno, donde se encuentra mi alma, la que vendí tras pactar con el ángel negro. Cuando era niña me contaron que era un ángel celestial que movido por la codicia y la ambición retó a Dios en un acto de reinar sobre todo aquello que existe aquí y más allá de lo que alcanzan nuestras miradas.

Muchas historias narran lo pintoresco del tema y muchos actos de maldad se le atribuyen al insurrecto. Hoy me toca a mi dar otra visión individualizada del limbo.

Cielo e infierno parecen estar contrapuestos, pero no es tanto eso como que son la cara y la cruz de una misma moneda. Se necesitan, son el yin y el yan... el premio y el castigo, la luz y la oscuridad. Y quien diga lo contrario miente. El infierno no es solo el lugar de los que han cometido algún pecado. La linea que separa el cielo y el infierno es muy delgada.

El infierno no está bajo tierra, es puramente terrenal, el cielo no está en las nubes, es puramente terrenal. He tocado el cielo con la punta de mis dedos y he sentido como abrasa el infierno y ver como hierve el alma es el peor castigo que se pueda dictaminar alguien.

Un dolor físico se puede combatir pero cuando duele el corazón, cuando el alma se ha partido en mil pedazos no hay solución. Me gustaría poder arrancarme el corazón del pecho, y asi no volver a oir sus tristes latidos. Quisiera solo poder atarme a esas manos que me han dado el cielo y condenar a Lucifer en su propia hoguera.

Si quererte es un pecado que el infierno me lleve, mi alma está en venta!

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